Myriam Jiménez: Albura -abrigo enigmático-
Artículo publicado en la revista de cerámica contemporánea Esteka nº15, Chile, 2013.
Las obras de Myriam Jiménez Huertas destacan por la pasión y pureza de sus formas, su presentación y percepción es sencilla, ingenua, limpia e inocente.
El gres y la porcelana son los materiales utilizados por la ceramista madrileña. Sus creaciones, más bien de pequeño formato, se presentan mayoritariamente en formas rectangulares. Es esencial a la hora de concebir sus piezas la luz mediterránea que emiten los tonos blancos. Nos recuerdan paisajes o ciudades, en algunos casos modificados por el ser humano pero donde la naturaleza y su fuerza invaden al espectador. Las formas que adquieren sus obras nos hablan de un trabajo limpio, cristalino e íntimo. Al contemplar su obra nos envuelve un aura de transparencia y sutileza, casi melódica, que nos permite ver más allá de lo que en un principio se nos muestra.
Ciudades, calles, planos de edificios o el diseño de un jardín inspiran y constituyen la elegancia de la artista reflejada en las pequeñas maquetas, que representan sus ciudades inventadas. La imaginación se aúna a la construcción y la cerámica a la arquitectura propia del mediterráneo. Su último trabajo, Espacios interiores recrea espacios creativos más relacionados con nuestro concepto de hogar, refugio del mundo exterior, refugio de nuestros pensamientos, tal y como apunta Jiménez. La artista tiende a proyectarse dentro de su creación como un espacio habitable.
La forma predomina, aunque el espacio y el material son fundamentales. Los tres conforman una composición equilibrada y una pieza armónica en la que es difícil prescindir de alguno de estos elementos.
Su encuentro casual con la cerámica la ha convertido en una de las mejores ceramistas españolas de mayor proyección internacional, gracias al dominio y conocimiento, tanto de la técnica como del material que aprendió junto a su maestro Enric Mestre (Alboraya, 1936) .
Su discurso se desarrolla a través de una estructura de líneas puras y una blancura infinita que transfieren al espacio una concepción escultórica que alberga la noción arquitectónica del mismo. Myriam Jiménez comenta al respecto: “mis piezas se identifican muy bien con el color blanco. Es el color que mejor resalta los contornos de la forma, con el que mejor puedes jugar con las luces y las sombras y las infinitas sutilezas que proyecta. Comencé trabajando con pastas claras y porcelana, luego por cuestiones técnicas tuve que usar un gres más oscuro que blanqueo con engobes. Siento la necesidad de que las piezas sean blancas, es uno de los signos que las caracteriza”.
Su cerámica recrea un cosmos único e intemporal engendrado por su característica belleza y su inconfundible estilo de formas geométricas. El cuadrado y el rectángulo son dos formas presentes e inherentes a la artista, dos elementos que representan la estabilidad y el equilibrio unidos y relacionados con el carácter terrenal de la naturaleza. Un volumen diseñado y destinado al ser humano, vacío y silencioso que espera ser ocupado por cualquiera de nosotros.
La misma artista comenta al respecto: “se podría decir que me atraen las formas geométricas y eso provoca que me sienta cómoda trabajando con ellas. Estoy ocupándome de un tipo de piezas donde juego con la geometría, la asimetría y la sugerente plasticidad de la forma. Siempre introduzco un elemento que recuerda a un refugio o escondite que proporciona misterio al conjunto”. Representa un lugar propio para esconderse, origina un juego y contraste en el que el observador converge. Tensión que se origina entre la firmeza de sus formas y la delicadeza de sus materiales. Los espacios que genera invitan a ser habitados y a refugiarse en ellos. La luz y la sombra que translucen sus piezas incitan a la interiorización, a adentrarse en un mundo extraordinario y singular de muros, puertas, ventanas que rompen el ritmo lineal y abren una nueva concepción del espacio, libre e íntimo.
Las piezas de esta ceramista son una consecuencia de una gran imaginación, no sobra, no falta nada, son evocadoras y poseen un lenguaje cerámico que consigue transportarnos a un mundo poético. Su poética se trasluce gracias a los sentimientos y emociones que insinúan sus Espacios interiores puros y frágiles que nos sugiere la blancura exquisita de sus obras.