José Antonio Orts: sinestesia artística
Galería Cànem, febrero 2013, Castellón.
La música, por sí misma, según Theodor W. Adorno en su libro ‘Sobre la música’, es un arte temporal que se expande a lo largo de los años. Es decir, en ella el paso del tiempo no es visible, lo que se plantea como un problema, puesto que la música tiene que crear relaciones temporales entre las partes que la forman, tiene que justificar las relaciones temporales entre las partes y tiene que sintetizarlas, a su vez, en el tiempo. Asimismo, tiene que finalizar con el tiempo mismo y no perderse en él.
El concepto que utiliza Adorno, “Zeitkunst” [Arte temporal], significa lo mismo que objetivación del tiempo. Lo es de los acontecimientos individuales a partir del contenido musical en la medida en que estos se reúnen mediante la organización de sus secuencias, en lugar de desmoronarse y descomponerse. Si el tiempo es el medio que, en razón de su fluidez, parece oponerse a toda cosificación, la temporalidad de la música constituye precisamente aquello mediante lo cual ésta se convierte en algo que sobrevive independientemente en un objeto, en una cosa. Esa temporalidad musical se encierra en las esculturas de José Antonio Orts, pero no de forma hermética sino como puro catalizador de ondas tanto lumínicas como musicales, tal y como apreciamos en la instalación que expone en la galería Cànem, en la que se conjuga el tiempo y el espacio en secuencias que fluyen alrededor del espectador de forma suave y armónica.
esculturas musicales
Por otro lado, la pintura y por extensión la escultura, considerada por el mismo Adorno como “Raumkunst” [Arte espacial], consiste en la elaboración del espacio, en la que implica su dinamización y negociación, del mismo modo que ocurre con la instalación de Orts. Su idea se cifra en la trascendencia más allá del tiempo en la que la manifestación de las artes se entremezclan. En este caso podríamos hablar incluso de música escultórica.
En esta simbiosis suele perder la fuerza inicial de la organización temporal, por lo que renuncia al principio sintetizador que le confiere el espacio y solo el espacio. La escultura que se comporta dinámicamente, como si atrapara acontecimientos temporales se agota, en el mejor de los casos, en la ilusión del tiempo.
José Antonio Orts relaciona la música con las artes plásticas, creando esculturas e instalaciones –únicas en el mundo del arte– que unen la música y la luz utilizando circuitos electrónicos. En sus composiciones juega con el tiempo y la luz gracias a sus esculturas interactivas, sensibles a los cambios de luz y de aire que el propio espectador provoca produciendo así variaciones de luz y sonido en una obra sensitiva.
“En general en mis trabajos busco que las obras no sean puros elementos inertes, es decir, intento que sean obras ‘vivas’. Por esa razón me esfuerzo en hacer piezas sensibles que captan la energía del espectador o la del entorno. La idea fundamental es que la mejor manera de dotar de ‘vida’ a una obra es haciendo que esa vida la tome del propio espectador que la contempla o, en algunos casos, de la naturaleza que la rodea”, remarca el artista.
La obra de Orts, se caracteriza por la unión esencial que se da entre forma y función y, sobre todo por el dinamismo. En la forma que surge de su función hay una unión esencial entre lo visual, el sonido y la luz producida que se conforman gracias al movimiento y a la interacción del público. Las obras están pensadas para que el visitante se relacione con ellas –están vivas y se nutren de la interacción y movimiento del visitante–. De este modo, la distribución de los elementos de la instalación en el espacio se hace atendiendo a la vez a criterios visuales y sonoros, bajo una conjunción perfecta, que da lugar a una simbiosis rítmica entre la música, la luz y el espacio.