Víctor Vasalery: Percepción óptica

VÍCTOR VASALERY

Sala Bancaja San Miguel, Castellón, mayo 2012.

La obra de Victor Vasalery muestra a un artista que creía en el poder del arte y que a mediados del siglo XX se anticipó con sus investigaciones acerca del movimiento, la luz y el color.

En cierta medida, casi todo el arte reposa y radica en la ilusión óptica. Así, el llamado ‘Op art’ –término procedente de ‘optical art’–, es aquel que se sirve únicamente de los fenómenos, alterando el proceso normal de la percepción visual.  Dicho de otro modo, juega con colores brillantes que vibran y parpadean ante el espectador, creando un efecto de movimiento dentro de parámetros geométricos.

El término ‘op art’ apareció por primera vez en un artículo sin firma en la revista ‘Time’ en octubre de 1964. Poco a poco se consolidó y se fue extendiendo al mundo de la moda, el interiorismo y las artes gráficas, a pesar de ser duramente criticado y atacado en los Estados Unidos, quienes consideraban este arte como un mero truco publicitario.

el artista ‘op’

Victor Vasarely está considerado el artista ‘op’ más importante e influyente. El sorprendente empleo de formas geométricas en blanco y negro en sus obras creaba un efecto de ritmo y distorsión.

Si por algo destacaban sus piezas, principalmente, era por la ilusión del movimiento. Entre otras muchas cosas, el artista aspiraba a inventar un arte expansivo, colectivo y utópico. Ansiaba crear diseños que pudiesen realizar, indistintamente, las personas o las máquinas, y que a su vez pudieran estar dentro de la arquitectura y el urbanismo. También pretendía instituir una nueva sociedad, una “nueva ciudad geométrica, soleada y llena de colores”, como bien observaran en la muestra que alberga la sala Bancaja San Miguel.

Una de las particularidades del ‘op art’ es que requiere la participación del público para “realizarse y completarse”. Las obras de Vasarely, en este sentido, se podrían considerar virtuales, lo que animaría al espectador a considerar los procesos de la percepción y el pensamiento, así como a cuestionar la propia naturaleza ilusoria de la realidad.

La ilusión de movimiento o metamorfosis inseparable al ‘op art’ también será un punto importante para el llamado arte cinético. “No soy el inventor del término ‘cinetismo’, ya empleado en física y por Naum Gabo en los años 1925-1930, por no hablar del cine. Sin embargo, creo que mi obra plástica es la prueba en sí de que estoy en el origen de lo que hoy se ha convertido en el cientismo, conocido en los Estados Unidos como ‘Op-Art’ (Optical-art)”, remarcó una vez Vasarely.

Aunque, por desgracia, el ‘op art’ pasó rápidamente de moda, tanto su imaginería como su técnica fueron rescatadas durante los años ochenta de la mano de una nueva generación de artistas como el estadounidense Philip Taaffe y el holandés Peter Schuyff. Este nuevo y resurgido interés por el ‘op art’ consiguió, paralelamente, consagrar a otros artistas comprometidos con el movimiento como Bridget Riley, Jualian Stanczck y Patrick Hughes –este último a través de crear pinturas tridimensionales en relieve–.

El objetivo de la exposición que podemos disfrutar ahora en Castellón es descubrir o re-descubrir a un artista comprometido, a un creador con visión de futuro, y apreciar, así como disfrutar, sus cuadros y su manera de concebir el mismo espacio; jugar con las formas geométricas, la luz, los degradados o los contrastes de color. Su pasión por la física, la arquitectura, la industria y la tecnología se ven reflejados en su organización racional y constructiva con las que abre un mundo nuevo de percepciones.

 

binomio

Vasalery realiza en su trabajo una sintaxis de formas y colores, mediante la armonía de las proporciones que componen una escala móvil de diferentes tamaños y, así, consiguir con facilidad alterar e invertir el binomio blanco-negro, negro-color, blanco-color, color-color; así pues, obtiene un sinfín de variaciones.  A todo esto deberíamos añadir las múltiples texturas que producen sus superficies: brillante-mate, rugoso-liso, opaco-transparente… lo que provoca en el espectador un estímulo perceptivo de dimensiones incalculables. “Mis unidades plásticas, mis círculos, mis cuadrados, mis rombos multicolores son estrellas, átomos, células, moléculas, pero también finos granos de arena, piedras, hojas, flores”, incidía.

Gracias al movimiento que evocan sus obras, Vasarely concibe piezas en tres dimensiones que instintivamente obligan al espectador a desplazarse para apreciarlas en su plenitud, convirtiendo sus obras en integraciones en el espacio donde el visitante –irremediablemente–  interactúa con él. Vasalery, de nuevo, deja la puerta abierta hacia una visión más futurista, más racionalista.

Por otra parte, el artista trabaja con materiales poco comunes para su época, utiliza el aluminio, el cristal o el plexiglás como soportes, sin abandonar –como buen grafista– el papel en todas sus formas posibles, a través del dibujo, el grabado, el trazo, los colores lisos y la serigrafía, preocupándose, una vez más, por el espacio y sus combinaciones, del mismo modo que con sus relaciones lineales, produciendo unas obras con un carácter más profundo, en función de la separación de los paneles.

El comisario de la presente exposición, Martine Soria, habla del artista como “autor de obras extraordinarias, trabajador  incansable y ejemplar, sucesor del espíritu de la Bahaus, Vasalery dio un impulso excepcional al arte óptico a través de sus creaciones. Más allá de una producción muy amplia, adquirió una fama universal, que a través de las modas, la publicidad, sus disciplinas e incluso sus imitadores, llegará a un vasto público”.

compromiso total

Vasarely fue un artista comprometido que pregonó un arte sin fronteras, ya que creía fervientemente en el papel social que debía desenvolver para que el arte fuera accesible a todos. Sin duda, rechazaba el sentido elitista que muchos creían implícito a raíz de otros movimientos artísticos.

“No podemos dejar de forma indefinida el disfrute de la obra de arte a la única élite de los conocedores. El arte debe abrirse al mundo, convertirse en accesible a millones de hombres, estar presente en todos los sectores de la vida cotidiana, dar respuesta a su profunda aspiración plástica. Las monarquías se han ido a pique, pero Versalles sique en pie. Hacer del arte un tesoro común también es un acto político”, apuntaba el artista de origen húngaro.

Sus convicciones le llevaron a una lucha personal por desmitificar la obra única, que relaciona al arte con la aristocracia. Durante setenta años exploró el mundo de la geometría, fascinado por el color y la óptica, y maravillado por el papel fundamental de la naturaleza en nuestro ‘modus vivendi’, peleando hasta el final para conseguir que el arte se integrase en la arquitectura y en el urbanismo. Asimismo, combatió para liberar y cambiar el concepto del arte que –como artista– había dejado atrás. Su única obsesión, más que la geometría y los colores, era extender ese concepto de arte y olvidarse de los prejuicios que se habían ido acumulando en torno al mismo, una tarea difícil. “El arte del mañana será un tesoro común y colectivo, o no será arte en absoluto”, sentenciaba.

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