TOÑO CAMUÑAS
Galería Coll Blanc, Septiembre 2011
Su motivación a la hora de realizar ‘Traga’ podría provenir de una sensación personal de descontento ante la sociedad en la que vivimos. Su obra, ya de por sí, aberrante, es un reflejo de la distorsión que proyecta nuestro mundo y de la angustia desmesurada de vivir al límite de las posibilidades de la moral, la falsa moral y en definitiva de la no moral. Muestra un mundo de supervivientes que vagabundean bajo el influjo lunar que impera en el submundo de yonquis, prostitutas y viejos lobos de mar tatuados hasta la médula y con los ojos desorbitados por su propio infortunio así como por la tragedia que nos aguarda amenazante.
Sus temas recurrentes se podrían asociar al estilo de delincuencia y pasotismo que recoge muy bien la subcultura ‘underground’. Así pues, Camuñas recurre a la estética ‘Low Brow’ típica de los 50 y 60 y la combina de alguna manera con toques propios típicos de la década de los 90 como los tatoos, los graffiti y los piercing. Algunas de sus imágenes las arranca de los muros de las calles de Berlín, al igual que muchos de sus objetos los consigue en el mercado de la Lagunilla de México DF o vuelan directamente desde el Lejano Oriente, que posteriormente interviene creando una nueva versión lúgubre de ensoñaciones opiáceas de las famosas estampas del arte erótico japonés. Se trata, pues, de un arte contemporáneo muy accesible y representativo para todo tipo de público.
Su arte es atractivo a la vez que paradójico y contradictorio ya que puede resultar al mismo tiempo divertido y macabro, bello y violento, y elegante pero siempre con una sarcástica carga política. Sus temas están de moda y reflejan la actualidad pero su trabajo tiene repercusiones más allá de la situación mundial actual. Camuñas denuncia la hipocresía, el miedo producido por la manipulación socio-política. De la misma manera, refleja los desastres que acechan en nuestro entorno, las guerras, la pobreza, las enfermedades, la avaricia, la violencia, el terror…, así como el control político y de las grandes multinacionales, que se forjan conjuntamente con el capitalismo, con el desarrollo económico y el consumismo.
Su obra nos sumerge en el mundo de lo abyecto bajo una mirada perversa que describe el submundo que amanece al caer la noche oscura, nos muestra lo que no vemos o no queremos ver y conscientemente marginamos de nuestras vidas como algo que nos es totalmente ajeno. Camuñas destapa y muestra sin tapujos el devenir de todos los presentes, que muchos se niegan por aceptar mientras que otros abusan de excesos que les atajan el camino a ese final agónico preludiado desde el mismo momento que nacemos. Y es que hay cosas que están escritas de antemano y solo es cuestión de esperar el momento de la revelación, de la epifanía macabra, es decir, de la muerte.
En relación con la muerte -latente en sus obras-, habría que recalcar esa influencia de la cultura mexicana, donde la ‘muerte’ va más allá de lo folclórico o lo religioso, ya que en ella participan todos los sectores de la vida social del país; tampoco se trata de un proceso estático que involucre ciertas tradiciones inamovibles sino que, por el contrario, se va transformando y adaptando, y eso precisamente es lo que aprendemos a lo largo de la visita, que la muerte no es en ningún momento un tema superficial y que queramos o no, Hades nos aguarda.
Resulta especialmente paradójico observar cómo la belleza desfallece y se descompone junto al molesto aleteo de moscas insaciables. En definitiva, reina el espíritu de la putrefacción. Los personajes tatuados que aparecen a lo largo de toda la exposición esconden en su cuerpo llaves de alusiones a un mundo todavía más pesado, raro, duro y sucio urdido por confabulaciones metafísicas del destino caprichoso.
Camuñas concibe y etiqueta la experiencia de vivir en sociedad como algo de por sí esperpéntico, con unos alicientes casi siempre burdos y estrambóticos.
La obra de Toño siempre ofrece un deleitable conjunto entre lo repulsivo y lo fascinante. Lo sombrío y macabro en su obra exuda un guiño que es claramente masculino, mientras que eluden a un sentimentalismo manifiesto. Una escena puede representar sangre y vomito y la muerte, pero se trata con humor y sensualidad presentándolo bajo unas superficies atractivas y seductoras, sin olvidarnos de sus personajes que resultan, contradictoriamente, adorables. Utiliza, pues, su propia fantasía onírica, particularmente extravagante, para examinar y comentar una cultura que ha fracasado ante la vista de todos.
Aunque el artista tiene un apetito pronunciada por lo iconoclasta, mezcla y combina las influencias en su trabajo con un igualitarismo que ignora las distinciones entre la cultura alta y popular. Su arte puede ser ostensiblemente visual, pero, sin duda, tiene una predilección por temas narrativos.Esta narrativa subterránea, procedente del mismísimo inframundo, se basa en un fluir continuo de realidades muy dispares entre sí bajo un universo simbólico de significación, sumergiendo cada una de estas estampas diabólicas en un ambiente salpicado por la ponzoña, descabellada y letal que predominan en los suburbios al anochecer. Camuñas las muestra como postales del subconsciente desordenado tras una serie de representaciones que destapan la energía oculta y en general tóxica que se esconde detrás del ser humano. Su visión oscura se opone a la cultura homogeneizada y estandarizada del mundo en el que vivimos personificado hoy por la compañía Walt Disney. Su trabajo retoma ese sentido del humor tan peculiar de los dibujos animados, con ayuda de sus personajes, que al igual que sus dibujos se han convertido en su obsesión: insectos, mujeres y figuras demoníacas pueblan sus historias. Sin lugar a dudas, Camuñas ha sabido crear su propio lenguaje visual donde los problemas del mundo moderno no existen como fenómenos externos y ajenos que hay que resolver, sino como algo que nos acecha desde el sentido más profundo de nuestro ser. Irónicamente, podríamos considerar que dota de expresión artística todas las cosas feas y sucias que son retocadas fuera de nuestros medios de comunicación y que, a primera vista, rechazamos en nuestra sociedad.