Rosa Fuentes: Paisajes sin Territorios
Auditori de Castelló, Marzo 2008
Presenta un conjunto de lienzos en los que emergen las diversas fascinaciones de los instantes más pequeños, de las percepciones del color ambiental y de las formas simples, categorías inmediatas de la poesía existencial, que no por ser, tal vez, cotidiana, es menos esencial y trascendente. Puesto que convierte espontáneamente la energía de sus visiones interiores en dinámica del nacimiento de la imagen mediante el gesto -como Klein- y a través de la meditación del colorido -como Rothko -.
El paisaje sin territorio -del ayer y del hoy- paradójico, múltiple, alternante y evolutivo se encuentra en continuo rodaje, intenso y cálido bajo una luz tamizada e intima que abre sus puertas a la presencia de la antigüedad y del barroco. El reto que le plantea el arte renacentista y clásico, pasarán desde entonces, a formar parte de su presente, mezclándose con lo mítico, con lo histórico y con la libertad de expresión pictórica. Los materiales de esta artista europea, son sin duda, las figuras, los lugares y los escritores del recuerdo, con su profunda cultura y su lengua incomprensible y respetuosa desde oriente hasta occidente. Que plasma en sus poemas visuales, en sus frescos y en sus cuadros. Sus recuerdos y vivencias viven en su imaginación y muestra su decisión de incorporarlas a nuestro mundo. A veces, ciertos trabajos parecen tentativas de honrar y a la vez exorcizar estas influencias. Pero Rosa logra una cohesión referencial en su arte que explica el mundo en un sentido más amplio, al mismo tiempo que, explora la naturaleza misma del arte a través de la flora exótica que florece dentro de su imaginación. No se imita, se crea, se fantasea y se retoma, equilibrando un paraíso intrínsicamente fantástico con la cotidianidad diaria.Su paisaje es una gran ventana abierta a un mundo sin territorio, infinito e universal. En el que destacan las reiteraciones de figuras geométricas, su grafía, y sus cenefas, etc. que, como si de un tejido se tratase, se van hilvanando hasta llegar a formar una combinación en perfecta armonía de contrastes.
La pintura de Rosa Fuentes es sin duda “auratica”. Sus imagines se interrelacionan con el espectador dando lugar a una complicidad inmediata. Sus pinturas nos evocan, y nos transportan a un delicioso jardín que gira al son del ritmo primigenio. Predomina la conciencia creadora ante la de perdurabilidad, es decir, prevalece la idea, la acción, y la trascendencia de la creación misma, así como, el estremecimiento y el sentimiento del acto en sí. Su obra es un devenir, he aquí la imagen del «ciclo cósmico» la que ya fuera apuntada por Anaximandro, esto es, la antigua idea griega del «eterno retorno» (que volverá a aparecer con Platón y los estoicos), así como también la idea de un «juicio» universal. Pero el aporte más trascendente fue el de Heráclito de Éfeso, en el que todo fluye y está en constante movimiento, como el agua o el aire. Su obra se caracteriza por poseer un toque de perennidad ligada a una suave pincelada de perpetuidad oriental.
Por otro lado, es innegable la intensidad visual con la que Rosa germina las palabras, hasta transferirlas a un plano intermedio suspendiéndolo en tierras lejanas, inocentes, e intensas que nacen de las veladuras de su propia poesía.
Sus paisajes sin territorios traslucen un oasis de sensibilidad, libertad y sencillez donde la simplicidad de una mirada silenciosa “inexperta” queda atrapada ante la transparencia de sus obras.
La pintura de Rosa Fuentes es sin duda “auratica”. Sus imagines se interrelacionan con el espectador dando lugar a una complicidad inmediata. Sus pinturas nos evocan, y nos transportan a un delicioso jardín que gira al son del ritmo primigenio. Predomina la conciencia creadora ante la de perdurabilidad, es decir, prevalece la idea, la acción, y la trascendencia de la creación misma, así como, el estremecimiento y el sentimiento del acto en sí. Su obra es un devenir, he aquí la imagen del «ciclo cósmico» la que ya fuera apuntada por Anaximandro, esto es, la antigua idea griega del «eterno retorno» (que volverá a aparecer con Platón y los estoicos), así como también la idea de un «juicio» universal. Pero el aporte más trascendente fue el de Heráclito de Éfeso, en el que todo fluye y está en constante movimiento, como el agua o el aire. Su obra se caracteriza por poseer un toque de perennidad ligada a una suave pincelada de perpetuidad oriental.
Por otro lado, es innegable la intensidad visual con la que Rosa germina las palabras, hasta transferirlas a un plano intermedio suspendiéndolo en tierras lejanas, inocentes, e intensas que nacen de las veladuras de su propia poesía.
Sus paisajes sin territorios traslucen un oasis de sensibilidad, libertad y sencillez donde la simplicidad de una mirada silenciosa “inexperta” queda atrapada ante la transparencia de sus obras.